Sin los otros no podemos ser nosotros mismos
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María, don del Espíritu para la Iglesia, para la Familia Salesiana y para toda la humanidad
Hay diversidad de carismas, pero uno solo es el Espíritu; hay diversidad de ministerios, pero uno solo es el Señor; hay diversidad de operaciones, pero uno solo es Dios, que obra todo en todos. Y a cada uno se le da una manifestación particular del Espíritu para el bien común.... Pero todas estas cosas es el mismo Espíritu quien las obra, distribuyéndolas a cada uno como quiere. (1 Cor 12:12-30)
La Carta de Identidad de la Familia Salesiana se basa en estas palabras de San Pablo: cada Grupo forma parte de un cuerpo más grande, de una familia en la que, entre los diversos miembros, se da un intercambio de dones espirituales, en la que se valoran los diferentes carismas y la multiplicidad de fuerzas presentes, y donde cada pequeño paso se inserta en la comunión del misterio trinitario y de la Iglesia.
Con gran sabiduría, la CIFS nos recuerda la relación profunda que se establece entre los distintos Grupos y que cada uno realiza su propia identidad, pero no sin referencia a la de los demás. En esta relación de reciprocidad, los Grupos viven la plenitud de sus propios dones, acentuando cada uno de ellos aspectos particulares del mismo Carisma y del mismo Espíritu, que la comunión de la Familia pone a disposición de todos. Por eso mismo, no pueden faltar en ningún corazón salesiano.
Sentirnos nosotros mismos gracias a la presencia de los demás, darnos cuenta de que solos no podemos realizar plenamente nuestra misión: ésta es la conciencia que estamos llamados a adquirir. De este modo, la devoción a María Auxiliadora y el amor a Jesús en la Eucaristía, cuya difusión Don Bosco confió al ADMA, se convierten en un don para toda la Familia Salesiana y encuentran su plenitud cuando se viven en comunión.
Del mismo modo, nuestro compromiso de vivir la espiritualidad de la vida cotidiana y la dedicación particular a los más débiles y pobres se hace efectivo sólo si se vive dentro del amplio horizonte de toda la misión salesiana, con la conciencia -como nos recuerda papa Francisco- de que "el todo es más grande que las partes" (EN, 235).
Como ADMA experimentamos cada vez más lo que expresa el art.30 de la CIFS: “trabajar juntos intensifica la eficacia del testimonio, hace más convincente el anuncio del Evangelio, favorece una caridad apostólica más viva”.
En esto nos encomendamos a María, Mujer de unidad, Mujer de "costuras", Madre capaz de hacerse a un lado por un bien mayor, de dar pasos hacia atrás para que otros puedan avanzar. María es una fuente de inspiración. No es sólo Madre de la Iglesia y Auxilio de los cristianos, sino también Madre de toda la humanidad, verdadero puente y vínculo entre todos los hombres. Confiando en ella podremos alcanzar esa unidad de propósitos deseada en la Carta de Identidad, obtener la gracia de ser fieles a la alianza especial que el Señor ha hecho con nosotros, y recorrer con alegría, junto con las familias y los jóvenes, el camino que conduce al Amor.