Sin los otros no podemos ser nosotros mismos
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Voluntarios con Don bosco (cdb) en la Familia Salesiana
El artículo 15 de la Carta de Identidad de la Familia Salesiana recuerda que los miembros de los Institutos Seculares "realizan un apostolado salesiano de tipo secular en el contexto de la familia, del mundo del trabajo, de las relaciones sociales y de los compromisos civiles", conscientes de que cada uno "es un enviado, llamado por tanto a realizar la misión común según el papel que le ha sido confiado y según las capacidades y posibilidades que le son propias".
Son dos de las brillantes pinceladas que definen nuestra identidad específica, dentro de ese maravilloso caleidoscopio de colores y formas que adornan el hermoso diamante que es la Familia Salesiana.
Nuestro Grupo, nacido gracias a la voluntad con la que el P. Egidio Viganò aceptó la generosa donación de los primeros hermanos para consagrar su secularidad al Señor, tiende a vivir la belleza del carisma salesiano, comprometiéndose a llevar su perfume en todos los contextos de la vida.
La vocación a la consagración en la secularidad nace de la llamada que cada uno recibe en el Bautismo: asumimos la misión propia de los laicos (construir el Reino de Dios en los lugares cotidianos de la vida) y los consagramos a Dios en la misión mediante la donación de nosotros mismos a Él y al mundo, realizada a través de la profesión de los consejos evangélicos. El amor a Dios y el amor al mundo son los dos aspectos que caracterizan nuestra vocación.
Nos gusta redescubrir los rasgos peculiares de nuestra vocación definidos en los artículos del tercer capítulo de la Carta de Identidad de la Familia Salesiana: el amor a Dios nos impulsa a colaborar con Dios Padre, a vivir los sentimientos de Cristo, a ser dóciles al Espíritu; el amor al mundo nos ayuda a vivir, en comunión con la misión de la Iglesia, la espiritualidad de la vida cotidiana, a hacer nuestra la "contemplación operante" de Don Bosco, a vivir todas las relaciones humanas con una caridad pastoral dinámica.
No podemos olvidar que nuestra vocación nos impulsa hacia las clases populares y hacia los jóvenes con esa predilección que era propia de nuestro Padre común: tantos de nosotros trabajamos en contextos "difíciles" para transformarlos desde dentro con actitudes de amabilidad salesiana, siempre abiertos al optimismo y a la esperanza.
Confiamos nuestra vida y nuestra misión a la Virgen Auxiliadora.